Los profesores se encuentran a menudo navegando por las necesidades únicas de los alumnos con altas capacidades en sus aulas, pero este apoyo bienintencionado puede llevar a veces a favoritismos que afectan a todos los implicados. Estos alumnos pueden recibir un trato especial, como la asignación de papeles de liderazgo, tareas adicionales o privilegios que otros no reciben. Aunque estas prácticas suelen tener como objetivo fomentar sus capacidades o ponerlos como ejemplo, pueden aislar involuntariamente a estos alumnos o crear un desequilibrio dentro del aula.
Este favoritismo suele surgir de la falta de formación o de recursos para abordar las diversas necesidades de una clase. Los profesores pueden pensar que destacar las capacidades de este tipo de alumnos motivará a los demás, pero, en cambio, puede fomentar el resentimiento entre los compañeros. Además, existen prácticas poco flexibles que hace que se asignen a los alumnos con altas capacidades determinados papeles o actividades que pueden reforzar las etiquetas que limitan su crecimiento y los separan de sus compañeros. Así mismo, intentar retar a los alumnos con tareas adicionales no suelen proporcionarles oportunidades significativas de desarrollo.
Las consecuencias de este tipo de enfoques son de gran alcance. Los estudiantes con altas capacidades pueden sentirse presionados para rendir constantemente a un nivel elevado, lo que puede generar estrés y miedo al fracaso. Al mismo tiempo, sus compañeros pueden sentirse infravalorados o excluidos, lo que rompe la armonía en el aula. Además, el enfoque en los alumnos con talento puede dejar su potencial sin desarrollar si las tareas que se les asignan no les suponen un verdadero desafío.
Un enfoque más reflexivo del apoyo a los alumnos con altas capacidades puede beneficiar a todos. En lugar de aislarlos mediante funciones o tareas especiales, los profesores pueden integrarlos en actividades inclusivas que permitan a todos los alumnos participar y crecer. Plantear retos que tengan sentido en lugar de ser repetitivos o superficiales ayuda a estos alumnos a prosperar sin crear divisiones innecesarias. Los profesores también pueden evitar el etiquetado rígido reconociendo y celebrando los diversos talentos dentro de sus aulas. La formación y el apoyo a los educadores son esenciales para lograr estos objetivos, dotándoles de estrategias para crear un entorno de aprendizaje equilibrado en el que cada alumno se sienta valorado e inspirado.
Cuando las aulas se centran en la colaboración y el crecimiento mutuo, se convierten en espacios donde los alumnos capacitados pueden sobresalir sin sentirse aislados y donde sus compañeros también pueden encontrar oportunidades para brillar. Abordando las causas profundas del favoritismo y adoptando prácticas inclusivas y flexibles, los profesores pueden conseguir que sus aulas sean lugares de éxito y desarrollo compartidos.